Ecos en el camino

—Dime —dijo después de tomar un trago de su vaso y dejarlo sobre la mesa—, ¿cómo describirías tu vida?

No entendía su pregunta. ¿Quería saber qué tipo de vida tenía? ¿Si me hacía feliz o no, o si echaba algo en falta? Fuera como fuese, era extraño que me preguntara eso, especialmente teniendo en cuenta que nos conocíamos desde hacía años y probablemente pudiera haber respondido a esa pregunta él mismo. Aún así, podía ver que sentía verdadera curiosidad por lo que iba a contestar, así que se lo dije.

—Supongo… ¿que es una buena vida? He alcanzado muchas de las metas que me propuse cuando era joven. Estoy feliz de ser quien soy y de donde estoy.

Se rió.

—Por supuesto, eso ya lo se —cogió su vaso de nuevo y bebió—. Pero no es eso lo que estoy preguntando. Supongo que debí haber sido más específico.

Aunque estaba siendo muy críptico, no me sorprendía demasiado. Siempre tuvo cierto toque dramático cuando se trataba de ciertas cosas y, aparentemente, ésta era una de ellas. Tomé un trago de mi propio vaso y le pregunté.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres saber exactamente?

No respondió de inmediato. En su lugar, se quedó un rato mirando a un lado, probablemente pensando en una manera mejor de expresarse. Después de un minuto, cerró sus ojos y empezó a hablar.

—Lo que quiero saber es algo más… literal. Imagina que tuvieras que, de alguna manera, representar tu vida para que otros la vieran. ¿Cómo describirías tu vida, lo que eres y lo que has hecho, de modo que otros pudieran entenderla fácilmente de un solo vistazo?

Cuando hubo terminado de hablar, sus ojos grises me miraban fijamente, expectantes.

—Mm, nunca había pensado en ello antes… déjame pensarlo un momento –dije.

¿Cómo podría representar mi vida? ¿Cómo podría cualquiera representar la suya? ¿Somos capaces de resumir una vida en una simple descripción? Si tuviera que elegir, diría que mi vida estaría representada por los momentos más importantes que he vivido. Aquellos a los que he conocido en el camino. Aquellos a los que he perdido. Aún así, no sabía cómo enseñaría eso a otra persona.

Tras pensarlo un par de minutos llegué a mi respuesta, la cual podría haber parecido un poco infantil, ahora que pienso en ello.

—Elegiría una pared blanca, cubierta de fotografías. Cada una representando un momento importante en mi vida. Sin esas memorias, no creo que fuera quien soy a día de hoy.

—Una elección muy interesante —dijo él. Se había acercado al filo de su asiento—. Dime, las fotografías cubren tu pasado y, hasta cierto punto, tu presente, teniendo en cuenta lo que has dicho acerca de tu pasado definiéndote. Pero, ¿qué hay de tu futuro?

—Todavía hay hueco en la pared para más fotografías —dije sin más.

De nuevo, se rió.

—Por supuesto, ¡qué tonto soy! ¡Después de todo, es un trabajo en progreso, por lo que tiene sentido que dejaras espacio para lo que está por llegar!

—¿Y qué hay de ti? —le pregunté. Después de hacer una pregunta tan peculiar, sentía mucha curiosidad por su propia respuesta.

Suspiró y miró hacia abajo un segundo. Entonces, de nuevo, sus ojos se encontraron con los míos.

—He estado teniendo un sueño últimamente: un vacío oscuro donde no hay nada a excepción de una especie de pequeña plataforma circular, o isla, flotando en medio de la nada. Una débil luz la rodea y, al estar sobre ella puedo sentir ecos de mi pasad. Además, hay un pequeño camino que lleva a otra isla, con las mismas características, y con ecos y camino propios. Al seguir este camino, empiezo a percatarme de otras islas: están cerca de aquellas conectadas por un camino, pero no puedo alcanzarlas.

—¿Qué son? —le interrumpí, imaginando la escena en mi cabeza.

—Creo que cada isla es una decisión. El camino conecta todas las decisiones que he tomado y cada isla tiene un eco de lo que esa decisión ha significado para mí. En cuanto a las islas inalcanzables… lo lógico sería pensar que fueran posibilidades. Cosas que podrían haber sido, siempre en un rincón de mi mente. No sé cómo habría cambiado el camino que puedo ver si hubiera optado por cualquiera de las otras posibilidades.

Se detuvo un momento.

—Cada vez que tengo el mismo sueño, ando por el mismo camino. A medida que avanzo por las islas, a veces me percato de un pequeño hilo de luz que abandona la isla hacia el vacío. Quizás es mi conexión con otros. Tan débil, pero a la vez tan brillante y cálida. Continúo así, hasta que veo la isla final, mi presente. Pero hay algo diferente en ella, algo que no he visto antes en el camino que he recorrido: hay dos figuras encapuchadas mirando al vacío que tienen delante, de espaldas al camino que lleva hasta esta isla final. Uno de ellos lleva ropas azules y grises, mientras que el otro las lleva marrones y negras. Cada vez que intento acercarme mis pies simplemente no se mueven. y las mismas palabras resuenan en mi cabeza: “aún no”.

—¿Quiénes son? —le pregunté. Me sentía en tensión tras haber oído su relato—. Esas figuras en tu sueño.

Cerrando los ojos de nuevo, se recostó en su silla.

—Yo —se limitó a decir.