Vías, orbes y ondas

El sol ya se había puesto cuando llegamos al barrio de Mark, aunque todavía había mucha vida en las calles. La gente paseaba tranquilamente ahora que el calor del día había comenzado a disiparse y algunos incluso iban al encuentro de otra persona, o grupo de personas. Habían pasado dos años desde que Mark se había mudado allí y, aunque Jason y yo le habíamos visitado en varias ocasiones, había algo extraño en la forma en la que nos había llamado para que viniéramos.

—¿Por qué crees que nos ha llamado? —preguntó Jason. Era como si me hubiera leído la mente—. Sea lo que sea, ¡espero que merezca la pena! ¡Tenía muchas ganas de comerme la pizza que estábamos preparando!

Daba la casualidad de que Jason había venido a mi apartamento a hablar de algo y estábamos en medio de la preparación de dicha pizza cuando Mark nos llamó, pidiéndonos que viniéramos lo antes posible, sin dar ningún tipo de explicación. Aunque intercambiábamos mensajes con él a menudo, había pasado bastante tiempo desde que nos vimos en persona.

—No tengo ni idea. Pero conociéndole, podría ser cualquier cosa —respondí.

Tras varios metros, acabamos llegando a su calle, pero no fue necesario que andáramos hasta su edificio. Mark nos estaba esperando debajo de una farola y nos estaba llamando mientras hacía gestos con la mano. Antes de que pudiéramos saludarle, empezó a caminar.

—Rápido, hay algo extraño en mi coche que tengo que mostraros.

Esperábamos recibir alguna otra explicación, pero al ver que no la había, le seguimos.

—Oye, ¿desde cuándo tiene Mark el pelo largo, e incluso coleta? —preguntó Jason.

Tenía razón, no podía recordar haber visto a Mark así jamás y la forma en la que se estaba comportando era completamente diferente a la persona que conocíamos.

Caminaba deprisa, deteniéndose únicamente para verificar que seguíamos detrás de él. Acabó llegando a la estación de tren que había al lado de su barrio y, sin mediar palabra, atravesó las puertas de acceso. Asumimos que se trataba de la ruta más corta al parking, donde seguramente estaría su coche, y agradecí haber cargado algunos billetes en mi tarjeta de transporte aquella misma mañana. De lo contrario, no estoy seguro de que Mark nos hubiera esperado a que compráramos los billetes adecuados para atravesar las puertas, aunque parecía malgasto de un billete únicamente para atravesar una puerta y salir por la del lado contrario.

Aquella parte de la estación tenía una escalera mecánica que bajaba a una especie de plaza de centro comercial al aire libre, con varias tiendas organizadas en varios pisos. Era un lugar de reunión bastante popular debido a que disponía de múltiples tiendas y restaurantes con terraza. A medida que bajábamos, pudimos ver un grupo de gente charlando mientras comían un helado. Sobre el espacio abierto, había una gran pantalla que mostraba los próximos trenes y sus correspondientes andenes. Mark se había parado en medio de la plaza y, tras mirarnos, fue hacia la señal de aseos.

—Mm, de hecho, yo también tengo que ir al baño —dijo Jason—. ¡Ahora vuelvo!

Me senté al lado de una pequeña fuente y miré a mi alrededor. De repente, la iluminación del área cambió a un tono mucho más oscuro y la gente empezó a correr. Confuso, mire hacia la pantalla que hasta ahora había estado mostrando los siguientes trenes y me percaté de que su contenido había cambiado. Ahora mostraba dos fotografías bajo el título de “SE BUSCA”. Mi fotografía y la de Jason.

—¡¿Qué?! —grité, mirando el texto que aparecía bajo las imágenes—. ¡¿Cómo que se busca por asesinato?! ¡No hemos hecho nada parecido, esto tiene que ser un error!

Pero no había nadie alrededor para escucharme. Mientras la gente huía del área, comenzaron a aparecer guardias y agentes de policía, armados con rifles que parecían estar apuntando hacia mí.

Levanté las manos.

—¡Esperad, esto es un malentendido!

Alguien delante de mí disparó. Sin embargo, la bala parecía brillar a medida que avanzaba a la velocidad de una persona caminando. De alguna manera, pude esquivarla sin ningún esfuerzo, esperando un segundo tiro que nunca llegó. En su lugar, la policía rodeó el área completamente, apuntándome desde la distancia sin hacer ningún movimiento o sonido, como si estuvieran esperando algo.

Tras un momento, comencé a oír pasos acercándose detrás de mí, donde se encontraban los aseos. Me di la vuelta y vi a Jason mirando algo que llevaba en las manos, sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

—¡Tío, ese aseo tiene máquinas expendedoras de videojuegos! —exclamó.

Estaba tan ocupado que no se percató de que la policía ahora le estaba apuntando a él. Corrí tan rápido como pude y le agarré del brazo, tirando de él hacia el suelo.

Clic. Escuché el sonido de los gatillos.

Instintivamente, extendí mi mano derecha frente a mí. A medida que la movía, el aire se movía, como una onda en un estanque que se amplificaba con cada movimiento hasta llegar a la gente que nos estaba apuntando. Cuando lo hizo, fueron lanzados hacia atrás por el aire, empujados por aquella misteriosa fuerza.

Me giré hacia Jason.

—¡Rápido, tenemos que salir de aquí antes de que se recuperen!

Asintió y comenzó a correr hacia la salida que había en el otro extremo de la plaza. Cuando me preparaba a seguirle, reparé en un anciano con un bastón que me miraba desde uno de los bancos de la plaza. Me estaba llamando y haciendo señas hacia un extraño objeto, como un orbe, sobre el banco. Ignorando completamente mis alrededores, me acerqué al hombre y, sin mediar palabra, recogí el orbe del banco.

Brillaba con una pálida luz gris y era cálido al tacto. Quise preguntarle al anciano qué era aquel extraño objeto, pero cuando me di la vuelta, había desaparecido. Tras inspeccionarlo detenidamente, me fijé en que el orbe mostraba una especie de imagen. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que se trataba de una imagen de mí en la plaza, mirando el orbe. El presente. Cuando giraba el orbe, la imagen cambiaba, mostrando en su lugar eventos pasados, así que me pregunté si habría alguna forma de controlar el flujo del tiempo con ello. Si era así, sin duda podría arreglar aquel embrollo.

Cuanto más giraba el orbe, más podía ver en el pasado, pero no me percaté del profundo charco negro que se había comenzado a formar a mis pies. Sólo tenía ojos para el orbe y lo que mostraba, como si el resto del mundo hubiese dejado de existir. Llegó un momento en el que el orbe dejó de mostrar imágenes. Donde antes hubo una pálida luz, ahora no había nada más que un oscuro vacío.

Hasta que apareció ella.

Una mujer cuya cara no podía discernir al principio al estar cubierta por sombras, vestida con una túnica blanca y negra. Cuando su cara apareció finalmente de entre las sombras que la rodeaban, parecía normal, como cualquier otra persona que podría encontrarme en la calle. Sin embargo, su cara se deformó en una mueca y empezó a reírse de forma perturbadora.

—¿Estás seguro de lo que estás intentando hacer? —preguntó—. Obtendrás poder pero, ¿serás capaz de gestionar el peso de tus acciones?

No sabía de qué estaba hablando. Quise preguntarle, pero no podía articular palabra.

—¿Sabes? Los seres como nosotros únicamente saludamos a nuestros iguales.

Comenzó a reírse de nuevo mientras decía la palabra “hola” en diferentes tonos de manera ininterrumpida. Me asusté y dejé caer el orbe al suelo, volviendo a mi realidad.

Los hombres armados habían desaparecido y, en su lugar, tres figuras encapuchadas se acercaban por el frente. No parecían estar armados, pero algo en ellos me hacía sentir incómodo. Eran peligrosos. Comenzaron a correr hacia mí y, a cada paso que daban, podía sentir aquellas ondas en el aire que había sentido antes, lo que significaba que, como mínimo, eran capaces de las mismas acciones que yo había realizado momentos antes.

Sin aviso alguno, los tres comenzaron a atacarme al mismo tiempo en perfecta sincronía. Pude esquivarlos a duras penas, así que me quedó claro que no tenía ninguna oportunidad de vencerles. Sólo podía hacer una cosa: huir tan rápido como pudiera. Cuando apareció una apertura, salté con toda mi fuerza. Parecía como si la gravedad y la resistencia al aire hubieran dejado de existir y pude aterrizar fuera de la estación de tren. Sin duda me seguirían, así que comencé a correr y saltar por las calles: los balcones no eran más que peldaños y las cañerías externas en las esquinas de algunos edificios me ayudaban a tomar curvas cerradas sin perder momento.

En una de esas curvas, conseguí mirar detrás de mí. Dos de mis perseguidores se habían quedado atrás, pero el restante era mucho más rápido que ellos y había reducido la distancia entre nosotros considerablemente. Mientras saltaba a través de una larga avenida, noté su mano extendida intentando agarrarme. En vez de continuar de frente, cuando pisé el siguiente balcón, giré sobre mí mismo y me impulsé directamente hacia la calle a mi izquierda. El encapuchado llevaba demasiado momento, por lo que no pudo detenerse a tiempo, dándome cierta ventaja y tiempo adicionales.

Delante de mí no había más calles con edificios, sino vías de tren y varios trenes que parecían haber sido aparcados a la espera de retomar el servicio por la mañana. Aterricé entre varios trenes y conseguí abrir las puertas de uno de ellos con la intención de esconderme dentro. Sin embargo, parecía bastante obvio, así que opté por dejar la puerta abierta y esconderme sobre el tren en su lugar, aprovechando la falta de luz en el área.

Poco después, los tres encapuchados llegaron y avanzaron hacia la puerta del tren que había dejado abierta. “No puede haberse ido lejos.” Se subieron al tren para inspeccionarlo, caminando en la dirección opuesta a donde yo me había escondido. Intentaba no hacer ruido, pero el tren comenzó a vibrar y a hacer sonidos por su cuenta.

Al parecer habían decidido arrancar el tren para encender las luces, por lo que salté rápidamente del tren y me escondí debajo de otro más lejano. Los tres hombres hablaban, aunque no pude escuchar lo que decían, hasta que al final se fueron. Esperé varios minutos hasta estar seguro de que no había nadie más alrededor y salí de mi escondite.

Permanecí en silencio, recuperando el aliento y alcé la mirada al cielo nocturno con expresión seria.

—Esto no va a quedar así.